viernes, 21 de septiembre de 2018
viernes, 22 de junio de 2018
René Guenon. Mircea A. Tamas.
Nuestro mundo moderno, y principalmente el mundo occidental, es hoy en día morada de seres humanos emocionales y racionales, más emocionales que racionales, sin lugar para la gente intelectual. Del mismo modo que los verdaderos Rosa-Cruces desaparecieron y encontraron refugio en Asia en el siglo XVII, los individuos intelectuales han desaparecido de nuestra vida pública occidental. Uno de los últimos intelectuales nacido en el mundo occidental se refugió en Egipto, donde murió hace cincuenta años. Su nombre: René Guénon.
Durante mucho tiempo, la obra de Guénon estuvo bajo sospecha, y los sabios y eruditos oficiales intentaron arduamente suprimirla. Un silencio denso reinaba sobre sus "subversivos" libros; así, quizás un día serían olvidados. Pero René Guénon no fue olvidado. Su influencia se mantuvo tan poderosa que "la ley del silencio", que se demostró infructuosa, fue sustituida por "la ley de la logorrea". Todo el mundo empezó a usar frecuentemente el nombre y los escritos de Guénon, incluso en Internet, siendo su obra mal interpretada y su estatura intelectual minimizada; el propósito era reducir a Guénon a un escritor o filósofo corriente, y de este modo, aniquilar su función espiritual. Por ejemplo, la calle de Blois (Francia) donde se encontraba su domicilio natal se llama hoy "René Guénon, orientalista francés", una definición insultante.
Actualmente, muchos se interesan más por la individualidad de Guénon que por sus trabajos intelectuales. Otros, portadores de la máscara de la apreciación y la comprensión, han etiquetado a Guénon como una "persona ajena al asunto", sugiriendo que sólo conocía superficialmente el esoterismo cristiano, el taoísmo, la cábala hebrea, la tradición hindú e incluso las doctrinas islámicas.
Podemos preguntarnos si es o no Guénon un exponente ortodoxo de la Una-y-única Tradición. La respuesta, para la gente honesta y cualificada, es simple: René Guénon ha sido el intérprete providencial de la Tradición eterna. Él es quien, en Occidente, ha llevado a la metafísica a su real y merecida altura, quien ha establecido claramente los principios universales de las doctrinas tradicionales, quien ha ofrecido la visión verdadera de la iniciación y ha descrito los ciclos cósmicos.1 La cábala hebrea identifica tres elementos simbólicos principales que constituyen el significado sagrado de los ritos y escritos tradicionales: el Cosmos, el Año y el Hombre (Sepher Yetsirah II.2). La obra de Guénon está basada en estudios acerca de la cosmogonía (el Cosmos), la teoría de los ciclos cósmicos (el Año) y la realización espiritual y la iniciación (el Hombre), si bien en todo momento como aplicaciones de la metafísica, que es el dominio del Principio supremo.
Guénon dedicó un inmenso esfuerzo a modificar la mentalidad occidental, a abrir la mente y el pensamiento modernos a las verdades metafísicas e iniciáticas y a recuperar los significados espirituales y primitivos de los símbolos tradicionales, para facilitar que las sagradas escrituras fuesen no sólo leídas sino también comprendidas.2
Esto sólo era una parte de su misión. Es aún más importante que Guénon consiguiese unificar las distintas tradiciones particulares, pacificar las aparentes oposiciones, restaurar el "modelo ideal" de lo que habría sido la Tradición primordial; de una manera conciliatoria, y en absoluto sesgada o estrecha de miras, Guénon asimiló sintéticamente los datos fundamentales de las diversas formas tradicionales e intentó recomponer la forma primitiva.3 Teniendo en cuenta que el momento presente de nuestro ciclo cósmico es favorable a los elementos sentimentales y emocionales, especialmente en el mundo occidental, y que el dominio de la metafísica va mucho más allá de la individualidad, René Guénon elevó los datos tradicionales al nivel del puro intelecto; sólo allí, al más alto nivel al nivel de la metafísica pura, las tradiciones particulares se unen en lo Único.4 Él dejó a un lado voluntariamente los aspectos bhaktiy karma de la doctrina, y es más, rechazó todas las ramas heterodoxas de la Tradición, cuidando de no permitir el desarrollo de ninguna confusión o pseudo-conocimiento.
La rigurosidad de sus escritos tenía como propósito principal modificar la superficialidad del pensamiento occidental. Incluso hoy en día, algunos eruditos sentimentales están profundamente disgustados con la dura disciplina impuesta por Guénon al estilo y la forma de su obra; ahora bien, el enfoque "superintelectual" de Guénon es el único válido cuando se trata de una transmisión teórica.5 El uso de los símbolos y el lenguaje matemático, por más desagradable que resulte para algunos eruditos e individuos cultos, facilitaba un estilo exacto y preciso, muy diferente de la fraseología inflada y tortuosa de los racionalistas modernos.
Nicolás de Cusa, quien tiene muchos parecidos con René Guénon, escribe: "las matemáticas representan el dominio científico que ofrece el mayor número de similaridades con la metafísica", y añade: Nihil certi habemus in nostra scientia, nisi nostram mathematicam, subrayando que, de Pitágoras y Platón a San Agustín y Boecio, los filósofos afirmaban que nadie podía alcanzar el conocimiento del orden divino sin aprender matemáticas. "Les seguiremos en este camino", concluía Cusa, "y puesto que no hay otra vía que conduzca al orden divino más que la de los símbolos, afirmamos que podemos seleccionar los signos matemáticos, los cuales contienen una certeza incorruptible."6
Hay alguna gente que se siente molesta porque Guénon no desarrolló ciertos temas doctrinales específicos, o porque no insistió en la tradición greco-ortodoxa, por ejemplo, demostrando que no estudió a los Padres de la Iglesia. Ciertamente, podemos lamentar por siempre jamás que algunos autores no escribiesen sobre esto o aquello; ahora bien, en el caso de Guénon hemos de enfatizar que él transmitió todo lo que verdaderamente cuenta, ofreciendo a los cualificados una guía infalible en el dominio espiritual. Su trabajo, incluso sin citar a todos los Padres de la Iglesia, es la mejor guía para descifrar el misterio cristiano. Y hemos de tener en cuenta que Guénon no era un académico ordinario, un filósofo o un pensador, ni tampoco un maestro espiritual.
René Guénon, como individuo, no contaba, como él mismo insistió muchas veces. Es difícil para la mentalidad moderna, totalmente vinculada al orden del ego y la individualidad, aceptar una afirmación así. Guénon fue investido, digámoslo sin elaboraciones, por los Superiores Incogniti7 con la función de restaurar la Tradición primordial, una función que comprendía como objetivo principal la modificación y regeneración de la mentalidad occidental. Sus escritos no tienen otro propósito. Como transmisor de la Verdad absoluta, los únicos "errores" de Guénon que podían aparecer eran debidos a la dificultad de verter en palabras humanas un Conocimiento que sobrepasa el dominio humano e individual. Aquellos que se llaman a sí mismos "guénonistas", refiriéndose a Guénon como un individuo, cometen una terrible equivocación. Los que se denominan a sí mismos "guénonistas" refiriéndose al trabajo de Guénon no están menos equivocados. La obra de Guénon es sólo el pórtico del Templo; su trabajo permite un conocimiento teórico del orden metafísico, indispensable (como el propio Guénon afirmó) pese a que el aprendizaje teórico es únicamente una preparación para la verdadera realización espiritual. Por otra parte, su obra es "la obra de Guénon" sólo porque la escribió en forma de libro; ella tiene orígenes universales, es decir, sobrehumanos.
Gilis subraya que es totalmente inútil intentar descubrir las circunstancias exactas de los inicios de la carrera iniciática de Guénon (Gilis 27). Podemos asumir que entre 1908 y 1912 "algo" sucedió a Guénon, y éste adquirió una "iniciación universal" directamente procedente del centro invisible espiritual, llamémosle Agartha. Posteriormente, Guénon siguió un camino más "humano" y fue introducido en todas las tradiciones particulares importantes (Islamismo, Taoísmo, Hinduismo, Masonería), lo que parece normal considerando su iniciación global. "Las influencias espirituales que convergen hacia él, procedentes de centros iniciáticos particulares y que tienen como intermediarios a individuos que representan a las grandes tradiciones metafísicas de Oriente, aparecen a consecuencia de un suceso muy importante causado por la investidura de Guénon" (Gilis 30).
Guénon "confirmó él mismo a André Préau que recibió por medio de enseñanzas orales orientales su conocimiento de las doctrinas hindúes, el esoterismo islámico y el Taoísmo. Michel Vâlsan, por su parte, considerando al Hinduismo, el Taoísmo y el Islamismo desde una perspectiva análoga, contemplaba a 'las tres formas principales del mundo tradicional presente, representantes del Oriente Medio, el Lejano Oriente y el Cercano Oriente, como reflejos de tres aspectos del Rey del Mundo.'8 La mención hecha aquí al misterioso Rey del Mundo es una confirmación de la 'misión' de Guénon procedente del Centro Supremo, actuante en esta ocasión por medio de formas externas e instituciones tradicionales" (Gilis 31).
Como ya hemos dicho, el periodo 1908-1912 es muy enigmático. Este es el periodo en que los Superiores Incogniti invistieron a Guénon con la función de mensajero, transmisor y traductor de las verdades absolutas, ante todo, al mundo occidental. Guénon desempeñaría esta función de forma consistente hasta su desaparición corporal; no se le permitió ser un maestro espiritual, y ello es por lo que no aceptó tener discípulos.
En 1908, René Guénon ya estaba implicado en las "escuelas" ocultistas de la época, intentando hallar una oportunidad para comenzar la renovación de la mentalidad occidental. Pronto se dio cuenta de que, lamentablemente para el mundo occidental, no había muchas esperanzas. En el mismo año, Guénon intenta provocar una grieta en el muro de la mentalidad profana. Miembros de la Orden Martinista reciben un "mensaje astral" para conducir a René Guénon al Hotel des Cannettes, y, tras varios encuentros, se funda la Orden del Temple Renovada con Guénon como líder. No obstante, la actividad de la Orden no tuvo efectos sobre la mentalidad occidental y Guénon se vio forzado a desmantelar la organización. Esta experiencia demostró a Guénon "la necesidad, debido a la imposibilidad de continuar su misión en el interior de la Orden del Temple, de volverse hacia organizaciones tradicionales 'ordinarias' " (Gilis 48) como la Masonería y el Islam.9
La vinculación de Guénon al Islam no es una "conversión", sino una aplicación de su "iniciación universal" para cumplir su función después de que el intento de generar una organización "extraordinaria" fracasase. "Guénon declaró más de una vez que él jamás se había 'convertido' a nada y, en 1938, en una carta a Pierre Collard, que ni siquiera 'había abrazado la religión musulmana' más o menos recientemente, como algunos intentan hacer creer a la gente por razones oscuras. Y añadía: 'el hecho de la cuestión es que he estado vinculado a las organizaciones iniciáticas islámicas durante treinta años, lo que por supuesto es algo completamente diferente'" (Gilis 57).
Como hemos dicho, la función de Guénon no era la de ser un maestro espiritual para una vía específica. Hay algunas personas que se sienten molestas porque Guénon haya expuesto tan poco acerca de métodos específicos para la realización espiritual y la Liberación, lo que significa que han malentendido completamente a Guénon y su función.
Los escritos de Guénon constituyen el fundamento teórico; intencionadamente, Guénon expone los elementos de las diferentes tradiciones de una forma general, y se puede advertir su esfuerzo en mantenerse lejos de lo específico y los detalles para situarse al nivel general, o mejor, universal. Hemos de tener en cuenta que sus escritos están dirigidos a los occidentales en primer lugar; esta es la razón por la que Guénon presentaba un tipo ideal de existencia oriental (que se da en Oriente en realidad, pero no como algo cuantitativamente mayoritario. Los maestros espirituales genuinos, la iniciación y las doctrinas tradicionales son una realidad, pese al proceso de profanación y "occidentalización" que está teniendo lugar en la actualidad). Para conseguir una "brecha" en el seno de la mentalidad moderna, Guénon empleó distintas estrategias, todas ellas criticadas hoy en día y consideradas errores.
Hoy, los modernos están hipnotizados por la "información" y por "estar informados"; muchos de ellos consideran a la obra de Guénon sólo como otra fuente de información, y contemplan el saber tradicional que le fue transmitido como una "bibliografía" común que está actualmente obsoleta. Estas personas buscan nuevos datos, nueva información, luchan por obtener cartas de Guénon esperando descubrir algún detalle picante de su vida individual; en la actualidad se publican textos atribuidos a Guénon (ver Psychologie).
Algunos eruditos consideran anticuados a Guénon y a sus escritos. Por supuesto, si se refieren al núcleo sagrado de su obra, su ignorancia no necesita comentario alguno. Recordamos, a modo de ejemplo, la opinión de un "orientalista" francés quien nos escribía hace muchos años que Guénon estaba completamente obsoleto; que su conocimiento de la tradición hindú era muy pobre, lo cual era normal en su tiempo, pero que ahora estaba anticuado; y que mezclaba tres elementos: una información incompleta, una llamada "tradición esotérica" de los orígenes de Occidente, y su imaginación. En aquel entonces expresamos nuestros comentarios al respecto, pero ahora sólo queríamos ilustrar la ignorancia a la que nos estamos refiriendo.
Otros se han lamentado de que, visitando a Guénon en el Cairo, éste no dijese nada diferente de sus escritos; él hablaba sobre las mismas ideas y usaba las mismas palabras que podían ser encontradas en sus obras. Probablemente, estos visitantes esperaban oír frases sensacionales o presenciar algún fenómeno extraño. Si leemos las enseñanzas de Ramana Maharshi, es fácil darse cuenta de que éste, una y otra vez, planteaba la misma cuestión: ¿Quién soy yo?, una idea esencial y fundamental que ayuda a la realización espiritual. ¿Quién quiere más?
Ahora bien, Guénon no aceptó "discípulos". Aunque muchos hayan intentado calificarse a sí mismos como "guénonistas" o "alumnos" de Guénon, nadie tiene derecho a este apelativo. René Guénon afirmó claramente, y en numerosas ocasiones, que su misión no era la de ser un "profesor" y que él no tenía discípulos; que lo que contaba era el saber tradicional transmitido por medio de sus escritos, y que cualquier otra cosa relacionada con su individualidad, sus actos o palabras íntimas, era de su sola incumbencia. Con todo, ningún estudioso honesto de la obra de Guénon puede evitar la cuestión: ¿cuán válidos son los seguidores de Guénon, de Schuon a Gilis? Hace muchos años hicimos esta misma pregunta al fallecido Giovanni Ponte, de la Rivista di Studi Tradizionalide Turín. He aquí lo que respondió:
"En mi opinión, nadie tiene ni de lejos la autoridad que Guénon tiene. Cada uno ha expuesto cosas válidas, especialmente Coomaraswamy, pero cada cual ha estado marcado por su individualidad, seña más o menos decisiva que se ha vuelto muy perjudicial cuando el individuo en cuestión ha creído ser un maestro espiritual (como Schuon). En cuanto a Burckhardt, aunque sea más equilibrado que Schuon, le ha marcado el hecho de haber sido discípulo de Schuon. Por otra parte, no veo cómo Evola pueda ser llamado un 'exponente de la Tradición'. No conozco muy bien a Eliade; sé que ha usado abundantemente nociones tradicionales extraídas de la obra de Guénon, pero no creo que él haya ido más allá del orden profano. Y Matgioi, pese a su profundidad en algunas de sus obras y su rol destacado en lo relativo al Taoísmo y a Guénon, está lejos de ser una autoridad indiscutible, considerando la parte final de su vida... Es por lo que creo que lo importante no es saber mucho sobre los autores o juzgarlos, sino estudiar profundamente las enseñanzas tradicionales para aplicarlas".
No es este el lugar y no es nuestra labor emitir juicios con respecto al orden de la individualidad, pero hemos de mencionar que, tras la muerte de Guénon, algunos de sus "colaboradores" estuvieron muy activos para reducir la obra de Guénon al nivel profano. Marco Pallis, por ejemplo, quien fue animado y ayudado por Guénon en sus estudios tradicionales, escribió un curioso artículo contra Le Roi du Monde de Guénon. Pallis intentó probar que Agartha y el Rey del Mundo eran sólo resultados de la imaginación de Guénon, y que nadie había oído hablar en la India o en el Tíbet acerca de Agartha y el Rey del Mundo. Hay una extraordinaria incomprensión sobre el simbolismo del Rey del Mundo, acerca de lo que Guénon transmitió realmente en su libro fundamental Le Roi du Monde.10 Marco Pallis es uno de los ejemplos de esa incomprensión.
Hemos de tener en cuenta que Guénon transmitía por medio de sus escritos una doctrina unitaria no afectada por contingencias, una síntesis de todas las tradiciones particulares que pueden ser encontradas en ella, pero que al mismo tiempo, e inevitablemente, son diferentes de aquélla; la unificación de las doctrinas particulares implica preservar el "espíritu", no la "letra". René Guénon tuvo como objetivo establecer la esencia doctrinal de la metafísica universal, abriendo los ojos y allanando el camino hacia el conocimiento espiritual; dejó a un lado a propósito los elementos específicos que pudieran confundir más que clarificar a la mentalidad moderna.
Podemos preguntarnos: ¿es René Guénon el creador de una nueva doctrina? ¡No, en absoluto! En el Prefacio de su libro Le Symbolisme de la Croix, Guénon confiesa que quiere "soit exposer directement certains aspects des doctrines métaphysiques de l'Orient, soit adapter ces mêmes doctrines de la façon qui nous paraîtrait la plus intelligible et la plus profitable, mais en restant toujours strictement fidèle à leur esprit."11Guénon vistió a los datos tradicionales con un ropaje esencial y presentó una doctrina unitiva sobre la Unidad; ahí aparece luminosamente su función providencial.12 Guénon escribe: "nous n'avons jamais entendu nous renfermer exclusivement dans une forme déterminée, ce qui serait d'ailleurs bien difficile dés lors qu'on a pris conscience de l'unité essentielle qui se dissimule sous la diversité des formes plus ou moins extérieures, celle-ci n'étant en somme que comme autant de vêtements d'une seule et même vérité."13
Muchos no quieren y no pueden reconocer la doctrina unitaria renovada por René Guénon, y no nos sorprende. Gandhi luchó toda su vida por la independencia de la India y no pudo conciliar a los hindúes y los musulmanes, y la divergencia entre éstos es hoy más fuerte que nunca. En comparación con las oposiciones agudas y en aumento de este mundo, la doctrina unitaria transmitida por Guénon aparece como una doctrina redentora. René Guénon no es el exponente de una nueva doctrina; él es el "servidor" que presentó y transmitió, en primer lugar al mundo occidental, la unidad fundamental de todas las formas tradicionales, ofreciendo una síntesis de varias doctrinas ortodoxas y teniendo a la Verdad como núcleo sagrado, una Verdad que puede ser encontrada en todas las tradiciones particulares. René Guénon fue y es el "servidor del Único." Su nombre islámico, Abdel Wahed Yahia, lo atestigua. Traducción: Marc García
NOTAS
* Mircea A. Tamas, escritor rumano, es autor de: The Everlasting Sacred Kernel, The Spiritual Symbolism in Western Literature, Rose-Cross Books, Toronto, 2002; y: Agarttha, The Invisible Center, íd. 2003, ambas obras reseñadas en el Nº 27-28 de SYMBOLOS (ver
Libros).
1 "Hablando en términos generales, el trabajo doctrinal de Guénon contempla las más altas verdades tradicionales, y también las reglas simbólicas y leyes cíclicas que regulan su adaptación tradicional". (Michel Vâlsan, L'Islam et la fonction de René Guénon, Les Editions de l'Oeuvre, Paris, 1984, p.14). Michel Vâlsan, nacido en Rumanía, se convirtió en el director de Études Traditionnelles, la revista de Guénon, después de la muerte corporal de éste.
2 "El carácter universal e integral de las enseñanzas de Guénon explica por qué éstas ofrecen la clave que permite penetrar a los occidentales en cualquier doctrina metafísica, por medio del entendimiento y la asimilación de sus aspectos fundamentales" (Charles-André Gilis, Introduction a l'enseignement et au mystère de René Guénon, Les Editions de l'Oeuvre, Paris, 1985, p.11).
3 "Exponiendo verdades que eran impensables para la gente contemporánea, los modos metafísicos de expresión de Guénon tenían necesariamente un carácter independiente en comparación con los modos de expresión doctrinal conocidos o usados en Occidente. Por otra parte, puesto que Guénon no se vinculó exclusivamente a una sola tradición oriental sino que halló soporte en todo lo que era oportuno y podía servir para expresar ideas universales, de las cuales él dio la síntesis, esa característica de independencia formal existe, hasta cierto punto, incluso en comparación con los modos doctrinales de expresión de Oriente; ello era inevitable porque Guénon escribió en un lenguaje completamente diferente de los lenguajes habituales de las doctrinas regulares" (Vâlsan, Islam, p. 15).
4 "Una tal identidad y universalidad [de la Tradición] es sólo real para el aspecto más elevado de la metafísica. Los maestros islámicos decían a este respecto: 'la doctrina de la Unidad es única' (at-Tawhîdu wâhidun)" (Vâlsan, Islam, p. 15).
5 "Esto es por lo que, si uno quisiese traducir la obra de Guénon a cualquier lenguaje oriental, la traducción debería estar seguida de comentarios. Guénon expresaba y pensaba en modos pertenecientes a lo que podemos llamar una 'espiritualidad sapiencial', diferentes de los modos regulares que son el soporte de las 'religiones basadas en la revelación' " (Vâlsan, Islam, p. 15).
6 Nicolás de Cusa, De la docte Ignorance, Guy Trédaniel, 1979, p. 58.
7 "El carácter misterioso del status privilegiado de René Guénon está relacionado con la intervención de una influencia espiritual operante 'fuera de las vías regulares y comunes de la iniciación', es decir, independiente de las organizaciones iniciáticas existentes que eran aptas para conferir una vinculación iniciática regular" (Gilis 26).
8 Études Traditionnelles, nos. 293-294-295, 1951. Ver Michel Vâlsan, La fonction de René Guénon et le sort de l'Occident, p. 218. Vâlsan especifica que Guénon fue el primero en dar una definición exacta del Rey del Mundo.
9 Gilis subraya "la destacable coincidencia entre el final de la Orden del Temple y la vinculación de Guénon al Islam" (Gilis 47). También, en 1911, Guénon es iniciado en la Masonería (Gilis 48).
10 "La referencia explícita al Centro Supremo del Mundo y a su Guía marca, más que ningún otro aspecto de la obra de Guénon, el carácter incomparable y privilegiado de su función en el mundo occidental" (Gilis 16).
11 René Guénon, Le symbolisme de la croix, Guy Trédaniel, 1989, p. 9. Guénon escribe que quiere exponer directamente algunos aspectos de las doctrinas metafísicas orientales o adaptar dichas doctrinas a nuestra mentalidad, preservando su espíritu.
12 "La espiritualidad islámica como un todo es especialmente sensible al reconocimiento de la divina Unicidad, lo que para ella es el fundamento y el primer criterio de validez de cualquier forma religiosa. René Guénon enseña y afirma la unidad fundamental de las tradiciones existentes porque advierte que la esencia de todas las doctrinas es la de la Unidad o No-Dualidad del Principio de la Verdad" (Vâlsan, Islam, p.27).
13 Guénon explica que no quiere estar limitado por el marco de una doctrina específica siendo consciente de la unidad esencial de todas las doctrinas, cuyas diversas formas son sólo vestiduras de la misma verdad.
Durante mucho tiempo, la obra de Guénon estuvo bajo sospecha, y los sabios y eruditos oficiales intentaron arduamente suprimirla. Un silencio denso reinaba sobre sus "subversivos" libros; así, quizás un día serían olvidados. Pero René Guénon no fue olvidado. Su influencia se mantuvo tan poderosa que "la ley del silencio", que se demostró infructuosa, fue sustituida por "la ley de la logorrea". Todo el mundo empezó a usar frecuentemente el nombre y los escritos de Guénon, incluso en Internet, siendo su obra mal interpretada y su estatura intelectual minimizada; el propósito era reducir a Guénon a un escritor o filósofo corriente, y de este modo, aniquilar su función espiritual. Por ejemplo, la calle de Blois (Francia) donde se encontraba su domicilio natal se llama hoy "René Guénon, orientalista francés", una definición insultante.
Actualmente, muchos se interesan más por la individualidad de Guénon que por sus trabajos intelectuales. Otros, portadores de la máscara de la apreciación y la comprensión, han etiquetado a Guénon como una "persona ajena al asunto", sugiriendo que sólo conocía superficialmente el esoterismo cristiano, el taoísmo, la cábala hebrea, la tradición hindú e incluso las doctrinas islámicas.
Podemos preguntarnos si es o no Guénon un exponente ortodoxo de la Una-y-única Tradición. La respuesta, para la gente honesta y cualificada, es simple: René Guénon ha sido el intérprete providencial de la Tradición eterna. Él es quien, en Occidente, ha llevado a la metafísica a su real y merecida altura, quien ha establecido claramente los principios universales de las doctrinas tradicionales, quien ha ofrecido la visión verdadera de la iniciación y ha descrito los ciclos cósmicos.1 La cábala hebrea identifica tres elementos simbólicos principales que constituyen el significado sagrado de los ritos y escritos tradicionales: el Cosmos, el Año y el Hombre (Sepher Yetsirah II.2). La obra de Guénon está basada en estudios acerca de la cosmogonía (el Cosmos), la teoría de los ciclos cósmicos (el Año) y la realización espiritual y la iniciación (el Hombre), si bien en todo momento como aplicaciones de la metafísica, que es el dominio del Principio supremo.
Guénon dedicó un inmenso esfuerzo a modificar la mentalidad occidental, a abrir la mente y el pensamiento modernos a las verdades metafísicas e iniciáticas y a recuperar los significados espirituales y primitivos de los símbolos tradicionales, para facilitar que las sagradas escrituras fuesen no sólo leídas sino también comprendidas.2
Esto sólo era una parte de su misión. Es aún más importante que Guénon consiguiese unificar las distintas tradiciones particulares, pacificar las aparentes oposiciones, restaurar el "modelo ideal" de lo que habría sido la Tradición primordial; de una manera conciliatoria, y en absoluto sesgada o estrecha de miras, Guénon asimiló sintéticamente los datos fundamentales de las diversas formas tradicionales e intentó recomponer la forma primitiva.3 Teniendo en cuenta que el momento presente de nuestro ciclo cósmico es favorable a los elementos sentimentales y emocionales, especialmente en el mundo occidental, y que el dominio de la metafísica va mucho más allá de la individualidad, René Guénon elevó los datos tradicionales al nivel del puro intelecto; sólo allí, al más alto nivel al nivel de la metafísica pura, las tradiciones particulares se unen en lo Único.4 Él dejó a un lado voluntariamente los aspectos bhaktiy karma de la doctrina, y es más, rechazó todas las ramas heterodoxas de la Tradición, cuidando de no permitir el desarrollo de ninguna confusión o pseudo-conocimiento.
La rigurosidad de sus escritos tenía como propósito principal modificar la superficialidad del pensamiento occidental. Incluso hoy en día, algunos eruditos sentimentales están profundamente disgustados con la dura disciplina impuesta por Guénon al estilo y la forma de su obra; ahora bien, el enfoque "superintelectual" de Guénon es el único válido cuando se trata de una transmisión teórica.5 El uso de los símbolos y el lenguaje matemático, por más desagradable que resulte para algunos eruditos e individuos cultos, facilitaba un estilo exacto y preciso, muy diferente de la fraseología inflada y tortuosa de los racionalistas modernos.
Nicolás de Cusa, quien tiene muchos parecidos con René Guénon, escribe: "las matemáticas representan el dominio científico que ofrece el mayor número de similaridades con la metafísica", y añade: Nihil certi habemus in nostra scientia, nisi nostram mathematicam, subrayando que, de Pitágoras y Platón a San Agustín y Boecio, los filósofos afirmaban que nadie podía alcanzar el conocimiento del orden divino sin aprender matemáticas. "Les seguiremos en este camino", concluía Cusa, "y puesto que no hay otra vía que conduzca al orden divino más que la de los símbolos, afirmamos que podemos seleccionar los signos matemáticos, los cuales contienen una certeza incorruptible."6
Hay alguna gente que se siente molesta porque Guénon no desarrolló ciertos temas doctrinales específicos, o porque no insistió en la tradición greco-ortodoxa, por ejemplo, demostrando que no estudió a los Padres de la Iglesia. Ciertamente, podemos lamentar por siempre jamás que algunos autores no escribiesen sobre esto o aquello; ahora bien, en el caso de Guénon hemos de enfatizar que él transmitió todo lo que verdaderamente cuenta, ofreciendo a los cualificados una guía infalible en el dominio espiritual. Su trabajo, incluso sin citar a todos los Padres de la Iglesia, es la mejor guía para descifrar el misterio cristiano. Y hemos de tener en cuenta que Guénon no era un académico ordinario, un filósofo o un pensador, ni tampoco un maestro espiritual.
René Guénon, como individuo, no contaba, como él mismo insistió muchas veces. Es difícil para la mentalidad moderna, totalmente vinculada al orden del ego y la individualidad, aceptar una afirmación así. Guénon fue investido, digámoslo sin elaboraciones, por los Superiores Incogniti7 con la función de restaurar la Tradición primordial, una función que comprendía como objetivo principal la modificación y regeneración de la mentalidad occidental. Sus escritos no tienen otro propósito. Como transmisor de la Verdad absoluta, los únicos "errores" de Guénon que podían aparecer eran debidos a la dificultad de verter en palabras humanas un Conocimiento que sobrepasa el dominio humano e individual. Aquellos que se llaman a sí mismos "guénonistas", refiriéndose a Guénon como un individuo, cometen una terrible equivocación. Los que se denominan a sí mismos "guénonistas" refiriéndose al trabajo de Guénon no están menos equivocados. La obra de Guénon es sólo el pórtico del Templo; su trabajo permite un conocimiento teórico del orden metafísico, indispensable (como el propio Guénon afirmó) pese a que el aprendizaje teórico es únicamente una preparación para la verdadera realización espiritual. Por otra parte, su obra es "la obra de Guénon" sólo porque la escribió en forma de libro; ella tiene orígenes universales, es decir, sobrehumanos.
Gilis subraya que es totalmente inútil intentar descubrir las circunstancias exactas de los inicios de la carrera iniciática de Guénon (Gilis 27). Podemos asumir que entre 1908 y 1912 "algo" sucedió a Guénon, y éste adquirió una "iniciación universal" directamente procedente del centro invisible espiritual, llamémosle Agartha. Posteriormente, Guénon siguió un camino más "humano" y fue introducido en todas las tradiciones particulares importantes (Islamismo, Taoísmo, Hinduismo, Masonería), lo que parece normal considerando su iniciación global. "Las influencias espirituales que convergen hacia él, procedentes de centros iniciáticos particulares y que tienen como intermediarios a individuos que representan a las grandes tradiciones metafísicas de Oriente, aparecen a consecuencia de un suceso muy importante causado por la investidura de Guénon" (Gilis 30).
Guénon "confirmó él mismo a André Préau que recibió por medio de enseñanzas orales orientales su conocimiento de las doctrinas hindúes, el esoterismo islámico y el Taoísmo. Michel Vâlsan, por su parte, considerando al Hinduismo, el Taoísmo y el Islamismo desde una perspectiva análoga, contemplaba a 'las tres formas principales del mundo tradicional presente, representantes del Oriente Medio, el Lejano Oriente y el Cercano Oriente, como reflejos de tres aspectos del Rey del Mundo.'8 La mención hecha aquí al misterioso Rey del Mundo es una confirmación de la 'misión' de Guénon procedente del Centro Supremo, actuante en esta ocasión por medio de formas externas e instituciones tradicionales" (Gilis 31).
Como ya hemos dicho, el periodo 1908-1912 es muy enigmático. Este es el periodo en que los Superiores Incogniti invistieron a Guénon con la función de mensajero, transmisor y traductor de las verdades absolutas, ante todo, al mundo occidental. Guénon desempeñaría esta función de forma consistente hasta su desaparición corporal; no se le permitió ser un maestro espiritual, y ello es por lo que no aceptó tener discípulos.
En 1908, René Guénon ya estaba implicado en las "escuelas" ocultistas de la época, intentando hallar una oportunidad para comenzar la renovación de la mentalidad occidental. Pronto se dio cuenta de que, lamentablemente para el mundo occidental, no había muchas esperanzas. En el mismo año, Guénon intenta provocar una grieta en el muro de la mentalidad profana. Miembros de la Orden Martinista reciben un "mensaje astral" para conducir a René Guénon al Hotel des Cannettes, y, tras varios encuentros, se funda la Orden del Temple Renovada con Guénon como líder. No obstante, la actividad de la Orden no tuvo efectos sobre la mentalidad occidental y Guénon se vio forzado a desmantelar la organización. Esta experiencia demostró a Guénon "la necesidad, debido a la imposibilidad de continuar su misión en el interior de la Orden del Temple, de volverse hacia organizaciones tradicionales 'ordinarias' " (Gilis 48) como la Masonería y el Islam.9
La vinculación de Guénon al Islam no es una "conversión", sino una aplicación de su "iniciación universal" para cumplir su función después de que el intento de generar una organización "extraordinaria" fracasase. "Guénon declaró más de una vez que él jamás se había 'convertido' a nada y, en 1938, en una carta a Pierre Collard, que ni siquiera 'había abrazado la religión musulmana' más o menos recientemente, como algunos intentan hacer creer a la gente por razones oscuras. Y añadía: 'el hecho de la cuestión es que he estado vinculado a las organizaciones iniciáticas islámicas durante treinta años, lo que por supuesto es algo completamente diferente'" (Gilis 57).
Como hemos dicho, la función de Guénon no era la de ser un maestro espiritual para una vía específica. Hay algunas personas que se sienten molestas porque Guénon haya expuesto tan poco acerca de métodos específicos para la realización espiritual y la Liberación, lo que significa que han malentendido completamente a Guénon y su función.
Los escritos de Guénon constituyen el fundamento teórico; intencionadamente, Guénon expone los elementos de las diferentes tradiciones de una forma general, y se puede advertir su esfuerzo en mantenerse lejos de lo específico y los detalles para situarse al nivel general, o mejor, universal. Hemos de tener en cuenta que sus escritos están dirigidos a los occidentales en primer lugar; esta es la razón por la que Guénon presentaba un tipo ideal de existencia oriental (que se da en Oriente en realidad, pero no como algo cuantitativamente mayoritario. Los maestros espirituales genuinos, la iniciación y las doctrinas tradicionales son una realidad, pese al proceso de profanación y "occidentalización" que está teniendo lugar en la actualidad). Para conseguir una "brecha" en el seno de la mentalidad moderna, Guénon empleó distintas estrategias, todas ellas criticadas hoy en día y consideradas errores.
Hoy, los modernos están hipnotizados por la "información" y por "estar informados"; muchos de ellos consideran a la obra de Guénon sólo como otra fuente de información, y contemplan el saber tradicional que le fue transmitido como una "bibliografía" común que está actualmente obsoleta. Estas personas buscan nuevos datos, nueva información, luchan por obtener cartas de Guénon esperando descubrir algún detalle picante de su vida individual; en la actualidad se publican textos atribuidos a Guénon (ver Psychologie).
Algunos eruditos consideran anticuados a Guénon y a sus escritos. Por supuesto, si se refieren al núcleo sagrado de su obra, su ignorancia no necesita comentario alguno. Recordamos, a modo de ejemplo, la opinión de un "orientalista" francés quien nos escribía hace muchos años que Guénon estaba completamente obsoleto; que su conocimiento de la tradición hindú era muy pobre, lo cual era normal en su tiempo, pero que ahora estaba anticuado; y que mezclaba tres elementos: una información incompleta, una llamada "tradición esotérica" de los orígenes de Occidente, y su imaginación. En aquel entonces expresamos nuestros comentarios al respecto, pero ahora sólo queríamos ilustrar la ignorancia a la que nos estamos refiriendo.
Otros se han lamentado de que, visitando a Guénon en el Cairo, éste no dijese nada diferente de sus escritos; él hablaba sobre las mismas ideas y usaba las mismas palabras que podían ser encontradas en sus obras. Probablemente, estos visitantes esperaban oír frases sensacionales o presenciar algún fenómeno extraño. Si leemos las enseñanzas de Ramana Maharshi, es fácil darse cuenta de que éste, una y otra vez, planteaba la misma cuestión: ¿Quién soy yo?, una idea esencial y fundamental que ayuda a la realización espiritual. ¿Quién quiere más?
Ahora bien, Guénon no aceptó "discípulos". Aunque muchos hayan intentado calificarse a sí mismos como "guénonistas" o "alumnos" de Guénon, nadie tiene derecho a este apelativo. René Guénon afirmó claramente, y en numerosas ocasiones, que su misión no era la de ser un "profesor" y que él no tenía discípulos; que lo que contaba era el saber tradicional transmitido por medio de sus escritos, y que cualquier otra cosa relacionada con su individualidad, sus actos o palabras íntimas, era de su sola incumbencia. Con todo, ningún estudioso honesto de la obra de Guénon puede evitar la cuestión: ¿cuán válidos son los seguidores de Guénon, de Schuon a Gilis? Hace muchos años hicimos esta misma pregunta al fallecido Giovanni Ponte, de la Rivista di Studi Tradizionalide Turín. He aquí lo que respondió:
"En mi opinión, nadie tiene ni de lejos la autoridad que Guénon tiene. Cada uno ha expuesto cosas válidas, especialmente Coomaraswamy, pero cada cual ha estado marcado por su individualidad, seña más o menos decisiva que se ha vuelto muy perjudicial cuando el individuo en cuestión ha creído ser un maestro espiritual (como Schuon). En cuanto a Burckhardt, aunque sea más equilibrado que Schuon, le ha marcado el hecho de haber sido discípulo de Schuon. Por otra parte, no veo cómo Evola pueda ser llamado un 'exponente de la Tradición'. No conozco muy bien a Eliade; sé que ha usado abundantemente nociones tradicionales extraídas de la obra de Guénon, pero no creo que él haya ido más allá del orden profano. Y Matgioi, pese a su profundidad en algunas de sus obras y su rol destacado en lo relativo al Taoísmo y a Guénon, está lejos de ser una autoridad indiscutible, considerando la parte final de su vida... Es por lo que creo que lo importante no es saber mucho sobre los autores o juzgarlos, sino estudiar profundamente las enseñanzas tradicionales para aplicarlas".
No es este el lugar y no es nuestra labor emitir juicios con respecto al orden de la individualidad, pero hemos de mencionar que, tras la muerte de Guénon, algunos de sus "colaboradores" estuvieron muy activos para reducir la obra de Guénon al nivel profano. Marco Pallis, por ejemplo, quien fue animado y ayudado por Guénon en sus estudios tradicionales, escribió un curioso artículo contra Le Roi du Monde de Guénon. Pallis intentó probar que Agartha y el Rey del Mundo eran sólo resultados de la imaginación de Guénon, y que nadie había oído hablar en la India o en el Tíbet acerca de Agartha y el Rey del Mundo. Hay una extraordinaria incomprensión sobre el simbolismo del Rey del Mundo, acerca de lo que Guénon transmitió realmente en su libro fundamental Le Roi du Monde.10 Marco Pallis es uno de los ejemplos de esa incomprensión.
Hemos de tener en cuenta que Guénon transmitía por medio de sus escritos una doctrina unitaria no afectada por contingencias, una síntesis de todas las tradiciones particulares que pueden ser encontradas en ella, pero que al mismo tiempo, e inevitablemente, son diferentes de aquélla; la unificación de las doctrinas particulares implica preservar el "espíritu", no la "letra". René Guénon tuvo como objetivo establecer la esencia doctrinal de la metafísica universal, abriendo los ojos y allanando el camino hacia el conocimiento espiritual; dejó a un lado a propósito los elementos específicos que pudieran confundir más que clarificar a la mentalidad moderna.
Podemos preguntarnos: ¿es René Guénon el creador de una nueva doctrina? ¡No, en absoluto! En el Prefacio de su libro Le Symbolisme de la Croix, Guénon confiesa que quiere "soit exposer directement certains aspects des doctrines métaphysiques de l'Orient, soit adapter ces mêmes doctrines de la façon qui nous paraîtrait la plus intelligible et la plus profitable, mais en restant toujours strictement fidèle à leur esprit."11Guénon vistió a los datos tradicionales con un ropaje esencial y presentó una doctrina unitiva sobre la Unidad; ahí aparece luminosamente su función providencial.12 Guénon escribe: "nous n'avons jamais entendu nous renfermer exclusivement dans une forme déterminée, ce qui serait d'ailleurs bien difficile dés lors qu'on a pris conscience de l'unité essentielle qui se dissimule sous la diversité des formes plus ou moins extérieures, celle-ci n'étant en somme que comme autant de vêtements d'une seule et même vérité."13
Muchos no quieren y no pueden reconocer la doctrina unitaria renovada por René Guénon, y no nos sorprende. Gandhi luchó toda su vida por la independencia de la India y no pudo conciliar a los hindúes y los musulmanes, y la divergencia entre éstos es hoy más fuerte que nunca. En comparación con las oposiciones agudas y en aumento de este mundo, la doctrina unitaria transmitida por Guénon aparece como una doctrina redentora. René Guénon no es el exponente de una nueva doctrina; él es el "servidor" que presentó y transmitió, en primer lugar al mundo occidental, la unidad fundamental de todas las formas tradicionales, ofreciendo una síntesis de varias doctrinas ortodoxas y teniendo a la Verdad como núcleo sagrado, una Verdad que puede ser encontrada en todas las tradiciones particulares. René Guénon fue y es el "servidor del Único." Su nombre islámico, Abdel Wahed Yahia, lo atestigua. Traducción: Marc García
NOTAS
* Mircea A. Tamas, escritor rumano, es autor de: The Everlasting Sacred Kernel, The Spiritual Symbolism in Western Literature, Rose-Cross Books, Toronto, 2002; y: Agarttha, The Invisible Center, íd. 2003, ambas obras reseñadas en el Nº 27-28 de SYMBOLOS (ver

1 "Hablando en términos generales, el trabajo doctrinal de Guénon contempla las más altas verdades tradicionales, y también las reglas simbólicas y leyes cíclicas que regulan su adaptación tradicional". (Michel Vâlsan, L'Islam et la fonction de René Guénon, Les Editions de l'Oeuvre, Paris, 1984, p.14). Michel Vâlsan, nacido en Rumanía, se convirtió en el director de Études Traditionnelles, la revista de Guénon, después de la muerte corporal de éste.
2 "El carácter universal e integral de las enseñanzas de Guénon explica por qué éstas ofrecen la clave que permite penetrar a los occidentales en cualquier doctrina metafísica, por medio del entendimiento y la asimilación de sus aspectos fundamentales" (Charles-André Gilis, Introduction a l'enseignement et au mystère de René Guénon, Les Editions de l'Oeuvre, Paris, 1985, p.11).
3 "Exponiendo verdades que eran impensables para la gente contemporánea, los modos metafísicos de expresión de Guénon tenían necesariamente un carácter independiente en comparación con los modos de expresión doctrinal conocidos o usados en Occidente. Por otra parte, puesto que Guénon no se vinculó exclusivamente a una sola tradición oriental sino que halló soporte en todo lo que era oportuno y podía servir para expresar ideas universales, de las cuales él dio la síntesis, esa característica de independencia formal existe, hasta cierto punto, incluso en comparación con los modos doctrinales de expresión de Oriente; ello era inevitable porque Guénon escribió en un lenguaje completamente diferente de los lenguajes habituales de las doctrinas regulares" (Vâlsan, Islam, p. 15).
4 "Una tal identidad y universalidad [de la Tradición] es sólo real para el aspecto más elevado de la metafísica. Los maestros islámicos decían a este respecto: 'la doctrina de la Unidad es única' (at-Tawhîdu wâhidun)" (Vâlsan, Islam, p. 15).
5 "Esto es por lo que, si uno quisiese traducir la obra de Guénon a cualquier lenguaje oriental, la traducción debería estar seguida de comentarios. Guénon expresaba y pensaba en modos pertenecientes a lo que podemos llamar una 'espiritualidad sapiencial', diferentes de los modos regulares que son el soporte de las 'religiones basadas en la revelación' " (Vâlsan, Islam, p. 15).
6 Nicolás de Cusa, De la docte Ignorance, Guy Trédaniel, 1979, p. 58.
7 "El carácter misterioso del status privilegiado de René Guénon está relacionado con la intervención de una influencia espiritual operante 'fuera de las vías regulares y comunes de la iniciación', es decir, independiente de las organizaciones iniciáticas existentes que eran aptas para conferir una vinculación iniciática regular" (Gilis 26).
8 Études Traditionnelles, nos. 293-294-295, 1951. Ver Michel Vâlsan, La fonction de René Guénon et le sort de l'Occident, p. 218. Vâlsan especifica que Guénon fue el primero en dar una definición exacta del Rey del Mundo.
9 Gilis subraya "la destacable coincidencia entre el final de la Orden del Temple y la vinculación de Guénon al Islam" (Gilis 47). También, en 1911, Guénon es iniciado en la Masonería (Gilis 48).
10 "La referencia explícita al Centro Supremo del Mundo y a su Guía marca, más que ningún otro aspecto de la obra de Guénon, el carácter incomparable y privilegiado de su función en el mundo occidental" (Gilis 16).
11 René Guénon, Le symbolisme de la croix, Guy Trédaniel, 1989, p. 9. Guénon escribe que quiere exponer directamente algunos aspectos de las doctrinas metafísicas orientales o adaptar dichas doctrinas a nuestra mentalidad, preservando su espíritu.
12 "La espiritualidad islámica como un todo es especialmente sensible al reconocimiento de la divina Unicidad, lo que para ella es el fundamento y el primer criterio de validez de cualquier forma religiosa. René Guénon enseña y afirma la unidad fundamental de las tradiciones existentes porque advierte que la esencia de todas las doctrinas es la de la Unidad o No-Dualidad del Principio de la Verdad" (Vâlsan, Islam, p.27).
13 Guénon explica que no quiere estar limitado por el marco de una doctrina específica siendo consciente de la unidad esencial de todas las doctrinas, cuyas diversas formas son sólo vestiduras de la misma verdad.
The Everlasting Sacred Kernel . The Spiritual Symbolism in Western Literature. Mircea A. Tamas.
The Everlasting Sacred Kernel (el Núcleo Sagrado eterno) es un libro con el que nos hemos sentido familiarizados aun antes de haberlo abierto. En esta obra escrita por un autor de origen rumano y publicada en Canadá, sorprendentemente, la fotografía que ilustra la cubierta es una imagen del claustro de la catedral de Barcelona, de un lugar –el estanque de las ocas– en torno al cual hemos paseado muchas veces desde nuestra niñez, a menudo dis-traídamente. Si Mircea Tamas ha incluido esta imagen en la portada de un libro dedicado al Núcleo Sagrado (al Agartha) es porque dicho paisaje es un símbolo del Paraíso, del Centro, del núcleo de eternidad que reside en nuestro corazón y en el que a la vez habitamos permanentemente. A él se refiere el autor en la primera página de su obra citando un párrafo de El Rey del Mundo de René Guénon: "Luz, siendo eterno, es en el ser humano 'el núcleo de inmortalidad', del mismo modo que el lugar denominado con ese mismo nombre es 'la morada de la inmortalidad'" (p. I).
Como muestran las numerosas citas y notas a pie de página de The Everlasting Sacred Kernel, René Guénon y Ananda K. Coomaraswamy han sido los guías intelectuales de Mircea Tamas (como Sócrates lo fuera de Platón o Virgilio de Dante) en este recorrido por la literatura occidental en busca de los símbolos de la Verdad una y única, siempre velada pero que aflora hasta en los escritos más oscuros, según el propio autor evidencia. El punto de vista de Tamas es, como el de Guénon y Coomaraswamy, la metafísica; de ahí que se haya dedicado, a lo largo de doscientas ocho páginas, a rastrear la expresión del No-Ser, del Ser, de la Cosmogonía y de la iniciación que permite el recorrido de vuelta al origen, en los códigos simbólicos de un conjunto de obras emblemáticas de la literatura de Occidente –códigos en algunos casos ignorados por los propios escritores de esas obras. La finalidad de The Everlasting Sacred Kernel es, según su propio autor afirma, mostrar que "la búsqueda del núcleo sagrado es, consecuentemente, una aventura espiritual que conlleva un cambio interno benéfico para cualquier persona capaz de ver con el corazón", y que "nuestro mundo moderno todavía ofrece apoyos simbólicos para esta búsqueda" (p. IX). Adivinamos en la redacción del libro de Tamas un gesto que tiene que ver poco con lo erudito y académico y mucho con lo gratuito, con una gratuidad comparable a la de la inspiración de aquella mañana de paseo en bicicleta en que el autor comprendió "el significado secreto de [su] inocente ejercicio físico: una paráfrasis moderna del símbolo tradicional del Carro de Luz. La bicicleta, un vehículo profano y moderno, estaba revelando un nuevo y profundo significado, un significado sagrado: la rueda delantera se había convertido en el símbolo del cielo, la rueda trasera en el símbolo de la Tierra, y el travesaño en el propio Axis Mundi. Ir en bicicleta se había transformado en un viaje espiritual a lo largo del eje del universo" (p. V).
El índice del libro de Tamas, que consta de diez capítulos, recuerda al de los antiguos textos herméticos en cuyo frontispicio se halla grabado el plan de la obra. En el primer capítulo, dedicado a los grandes relatos épicos de la tradición helénica (la Ilíada y la Odisea), el autor destaca que el origen de la epopeya griega es el rapto de Helena y que dicho secuestro es un "rapto sagrado", el de una virgen que simboliza la luz espiritual. Más allá de la lectura puramente literal o moral, "se desvela frente a nosotros una 'metafísica del robo' " (p. 2); el rapto supone la desaparición del conocimiento y el final de un ciclo, y la liberación de la virgen (Helena en la Ilíada, Penélope en la Odisea) y la unión con ella jalona el inicio de un nuevo mundo. La iniciación es precisamente la lucha o guerra interior, simbolizada por la guerra de Troya y el viaje a Itaca, en pos de dicha unión. Tamas destaca que la unión conyugal de Ulises y Penélope –símbolo de la hierogamia que completa el viaje de Ulises hacia la Suprema Identidad– se realiza "en un lecho construido por Ulises a partir de un olivo que representa el Axis Mundi, ornamentado con oro, plata y marfil como la Jerusalén celeste. El olivo, 'grueso como una columna', es el eje del universo y la cámara construida por Ulises alrededor de él es el Cosmos. La 'cama de un pie' que tiene al árbol como poste es el Centro del Mundo" (p. 19).
El segundo capítulo trata del relato bíblico de Sansón, cuyo secreto es pretendido por Dalila. "Sansón es el héroe y el dragón" (p. 33), el inicio y el fin de un ciclo; en realidad, es el símbolo de un ciclo entero. El pelo de Sansón simboliza el vínculo con la divinidad; en ello reside la razón de ser de la ley hebraica que prohíbe que un nazirita sea rasurado. Es este mismo simbolismo el motivo por el que Homero describe a los héroes griegos como seres de largas cabelleras. Desde otra perspectiva, los cabellos también son la representación de las ataduras a que nos someten las pasiones y los apetitos. En este caso, "sacrificar el cabello es equivalente a matar nuestro ego, haciendo perder a nuestra individualidad calva e imberbe su cabellera mundana reemplazándola con los áureos rizos invisibles del Sí Mismo" (p. 28). El simbolismo del corte de pelo es igualmente ambivalente: "por un lado, el corte de los cabellos expresa el Fiat Lux, cuando 'Dios separó la luz de las tinieblas'. El 'corte' primordial representa la separación en manifestación ('mil pies') y no-manifestación ('sin pies'), en Tierra y Cielo, en 'poder' e 'impotencia', en fértil y estéril" (p. 27). Por otra parte, "el corte de los siete mechones [de Sansón] implica una separación progresiva de la fuente que alimenta el cabello, y con el tiempo aquellos 'poderes' decaerán" (ibid.).
Tamas muestra en el capítulo tercero de su obra que la simbólica cósmica, ontológica y metafísica no es privativa de los grandes relatos épicos y míticos de las distintas tradiciones. En narraciones como Caperucita Roja o Los Tres Cerditos, cuyo simbolismo glosa el autor en dicho capítulo, y en general en todos los "cuentos de hadas" que "marcan el inicio de la educación de un niño" (p. 40), se esconden profundas enseñanzas simbólicas bajo el velo de lo infantil e inocente (aunque ello sólo lo es aparentemente: "Escrutando los cuentos de hadas incluso superficialmente, encontramos muchas absurdidades, crueldades y elementos inmorales", ibid.). El folklore de un pueblo es uno de los medios más eficientes para la transmisión del "núcleo espiritual" de una tradición, y la "vía infantil" es uno de los mejores métodos para ello: "Los niños constituyen un ambiente perfecto para preservar inalterada la sabiduría eterna. Un adulto estaría tentado de cambiar algo, modificar, interpretar, intervenir, jugar a ser dios, intentar imponer su originalidad e individualidad. (…) Los niños, por el contrario, son inocentes; no tienen la conciencia adulta del mundo. Son 'inconscientes', no están enterados del peligro del agua, del fuego o de otras cosas naturales. Son, como el Taoísmo pide a los seres espirituales, naturales, perfectamente integrados en el mundo natural. Los niños, aunque 'inconscientes', pertenecen, al menos virtualmente, a la absoluta e infinita Conciencia" (p. 41).
En el capítulo cuarto, el Inferno de la Divina Comedia de Dante y otros textos tradicionales dan pie al autor de The Everlasting Sacred Kernel a consideraciones muy interesantes sobre la simbólica del devenir cíclico. En referencia al libro del Apocalipsis, Tamas subraya que "para simbolizar la decadencia del ciclo cósmico, la 'ciudad sagrada' de la Edad de Oro es descrita como una 'ciudad maldita' de la Edad de Hierro. Saturno, el regente de la Edad de Oro, se transforma en Satán, princeps hujus mundus" (p. 67). Y añade: "Desde el punto de vista microcósmico, la caída bíblica ha ocurrido en nuestro interior, y gradualmente, la 'ciudad sagrada', el corazón, ha sido invadida por los demonios" (p. 69). Esos demonios "representan lo profano, el caos, la impermanencia, el cambio continuo, la ignorancia y la confusión del mundo. Ellos se hacen más y más persistentes e insolentes cuando el ciclo se acerca a su fin. () Todos los métodos espirituales enfatizan la importancia de pacificar el alma y la mente. Las oscilaciones de la mente, los pensamientos turbulentos y esquivos, la imaginación y las emociones son los mayores enemigos de la realización espiritual. Éstas son las tentaciones, los cantos de sirenas y los demonios. En el fondo, el ego es la ciudad habitada por los demonios, i.e., la individualidad, el efímero y relativo compuesto de cuerpo y alma, que debe ser purificado y reabsorbido en el Sí Mismo" (p. 74). Para quien se lanza al viaje espiritual de regeneración, al recorrido iniciático, la "ciudad satánica" simboliza "la decadencia del Hombre que está perdido en los bosques salvajes y desbordado por los apetitos inferiores", pero "es sólo una estación de su camino espiritual" (p. 76).
El capítulo quinto está dedicado al estudio de la simbólica del Sueño de una Noche de Verano, de William Shakespeare. "La noche del solsticio de verano es 'infernal' en el sentido etimológico de la palabra (la palabra 'infernal' proviene del latín inferus, 'abajo'), pero deberíamos llamarla más adecuadamente noche 'cosmológica'. De este modo resulta más fácil comprender por qué puede estar relacionada a la vez con entidades del Infierno, con el dominio sutil de la psyche y el mundo de los sueños y con la realización espiritual de los Misterios Menores, todo ello perteneciente al orden cosmológico" (p. 86). Este momento supone el fin de un ciclo –signado por el divorcio de Oberón y Titania–, el momento en que las posibilidades más inferiores del mismo –simbolizadas por los amores de la diosa y un asno– se manifiestan como un sueño lleno de confusión y desorden donde "nada es estable y seguro" (p. 96). Pero la noche de verano es también una encrucijada, el anuncio "del nacimiento de un nuevo Cosmos, de un nuevo orden, la victoria de la espiritualidad marcada por unas nupcias espirituales y la consagración del regente del nuevo ciclo. Todo ello podemos encontrarlo en la obra de Shakespeare" (p. 89).
En la segunda parte del libro (capítulos 6 a 9), Mircea Tamas pasa revista a relatos crecientemente oscuros, escritos durante el siglo XIX por autores ajenos al esoterismo de la tradición occidental (e.g. Dumas) y que en su mayoría se sintieron atraídos por la moda cientifista o los movimientos de su época (e.g. Verne, Melville, Poe, Twain). Refiriéndose a Verne, por ejemplo, Tamas afirma contundentemente que sus "descubrimientos high-tech" son "antitradicionales y entierran el núcleo sagrado" (p. 129), pero añade a continuación que "como en el caso de Dumas, pese al envoltorio material de la obra de Verne, hay signos de espiritualidad escondidos silenciosamente en el interior de ella" (ibid.). Dichos "signos de espiritualidad", tales como el momento del año en que comienza Los Tres Mosqueteros (tras el equinoccio de primavera, al igual que la Divina Comedia), el nombre del protagonista de Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino (Nemo, que en latín significa 'nadie'), el color de Moby Dick (blanco), las travesías marinas de Arthur Gordon Pym (relacionadas con los viajes iniciáticos) o el ocultamiento del sello real en El Príncipe y el Pobre (el cual se corresponde con un fin de ciclo), no afloran en esas obras por un arte de iniciado, sino que aparecen de manera "providencial", "como una herencia natural del pasado" (ibid.). "No hay ninguna razón para suponer que Dumas estuviese 'iluminado' de alguna manera y hubiese adquirido datos espirituales y tradicionales por medio de canales esotéricos ortodoxos para transmitirlos usando su obra como cobertura. Pero él fue un transmisor, un transmisor 'inconsciente', un instrumento 'providencial'; esa es una vía inteligente que el núcleo sagrado emplea para sobrevivir" (p. 104).
Se ve de este modo que "el tipo de limitación debido a la ignorancia del mundo decadente sucede igualmente en los ciclos extensos y en los secundarios. Lo hemos advertido en la evolución de la literatura occidental en el tiempo. Alejandro Dumas, Jules Verne, Bram Stoker y Edgar Poe, todos ellos, aunque proporcionen abrigo al núcleo sagrado en sus obras, se preocupan más de mirar hacia abajo" (p. 190). "Es una especie de juego. La parodia que hace el Diablo del dominio espiritual y los rituales sagrados, sus imitaciones simiescas de los símbolos, constituyen un intento de confundir y engañar con la vana esperanza de eliminar las influencias celestes. () Por otro lado, el núcleo sagrado aprovecha esta parodia para permanecer vivo y accesible a una búsqueda verdadera. (…) Así, el núcleo sagrado, incluso cubierto de basura o de ilusiones diabólicas, preservará su significación divina" (p. 191). Por nuestra parte añadiremos que por razones inherentes al propio devenir cíclico, en medio del frenético descenso de los tiempos finales se producen puntos de inflexión en los que inesperadamente, e incluso contra pronóstico, el corazón de la tradición se revela de una forma palmaria a través de medios diversos, por ejemplo mediante libros inspirados como los de René Guénon, Ananda K. Coomaraswamy o Federico González. A esta categoría de libros pertenece precisamente El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, al cual Mircea Tamas dedica el último capítulo de su estudio. "Este cuento es una joya que transmite una sabiduría tradicional y alberga un núcleo sagrado. El Principito, comparado con el Pequeño Satán [Traum, personaje central de El Forastero Misterioso de Mark Twain], es un verdadero ángel (en el sentido tradicional) que abre las puertas del Cielo y pone al orden individual en su lugar correcto. Contrariamente al Satán de Twain, el Príncipe de Saint-Exupéry expresa la realidad verdadera del mundo divino, y su risa final ilustra la felicidad de la realización espiritual" (p. 198).
Hacemos votos para que el libro de Mircea Tamas sea traducido al castellano y pueda tener una amplia difusión en el ámbito cultural de habla hispana. Sugeriríamos que en la nota editorial de contraportada se eliminase la mención a Frithjof Schuon como un "autor tradicional" cuya "autoridad" es supuestamente "respetada" por Tamas al igual que la de Guénon y Coomaraswamy. A Schuon, Tamas le cita sólo de pasada y únicamente en dos ocasiones, casi al final del libro. Por el contrario, las obras de Guénon y de Coomaraswamy, profusamente referenciadas a lo largo de The Everlasting Sacred Kernel, así como los textos sagrados de las distintas ramas de la Tradición Unánime constituyen las cimbras sobre las que el autor rumano ha erigido los arcos de su hermoso edificio. M. G.
Como muestran las numerosas citas y notas a pie de página de The Everlasting Sacred Kernel, René Guénon y Ananda K. Coomaraswamy han sido los guías intelectuales de Mircea Tamas (como Sócrates lo fuera de Platón o Virgilio de Dante) en este recorrido por la literatura occidental en busca de los símbolos de la Verdad una y única, siempre velada pero que aflora hasta en los escritos más oscuros, según el propio autor evidencia. El punto de vista de Tamas es, como el de Guénon y Coomaraswamy, la metafísica; de ahí que se haya dedicado, a lo largo de doscientas ocho páginas, a rastrear la expresión del No-Ser, del Ser, de la Cosmogonía y de la iniciación que permite el recorrido de vuelta al origen, en los códigos simbólicos de un conjunto de obras emblemáticas de la literatura de Occidente –códigos en algunos casos ignorados por los propios escritores de esas obras. La finalidad de The Everlasting Sacred Kernel es, según su propio autor afirma, mostrar que "la búsqueda del núcleo sagrado es, consecuentemente, una aventura espiritual que conlleva un cambio interno benéfico para cualquier persona capaz de ver con el corazón", y que "nuestro mundo moderno todavía ofrece apoyos simbólicos para esta búsqueda" (p. IX). Adivinamos en la redacción del libro de Tamas un gesto que tiene que ver poco con lo erudito y académico y mucho con lo gratuito, con una gratuidad comparable a la de la inspiración de aquella mañana de paseo en bicicleta en que el autor comprendió "el significado secreto de [su] inocente ejercicio físico: una paráfrasis moderna del símbolo tradicional del Carro de Luz. La bicicleta, un vehículo profano y moderno, estaba revelando un nuevo y profundo significado, un significado sagrado: la rueda delantera se había convertido en el símbolo del cielo, la rueda trasera en el símbolo de la Tierra, y el travesaño en el propio Axis Mundi. Ir en bicicleta se había transformado en un viaje espiritual a lo largo del eje del universo" (p. V).
El índice del libro de Tamas, que consta de diez capítulos, recuerda al de los antiguos textos herméticos en cuyo frontispicio se halla grabado el plan de la obra. En el primer capítulo, dedicado a los grandes relatos épicos de la tradición helénica (la Ilíada y la Odisea), el autor destaca que el origen de la epopeya griega es el rapto de Helena y que dicho secuestro es un "rapto sagrado", el de una virgen que simboliza la luz espiritual. Más allá de la lectura puramente literal o moral, "se desvela frente a nosotros una 'metafísica del robo' " (p. 2); el rapto supone la desaparición del conocimiento y el final de un ciclo, y la liberación de la virgen (Helena en la Ilíada, Penélope en la Odisea) y la unión con ella jalona el inicio de un nuevo mundo. La iniciación es precisamente la lucha o guerra interior, simbolizada por la guerra de Troya y el viaje a Itaca, en pos de dicha unión. Tamas destaca que la unión conyugal de Ulises y Penélope –símbolo de la hierogamia que completa el viaje de Ulises hacia la Suprema Identidad– se realiza "en un lecho construido por Ulises a partir de un olivo que representa el Axis Mundi, ornamentado con oro, plata y marfil como la Jerusalén celeste. El olivo, 'grueso como una columna', es el eje del universo y la cámara construida por Ulises alrededor de él es el Cosmos. La 'cama de un pie' que tiene al árbol como poste es el Centro del Mundo" (p. 19).
El segundo capítulo trata del relato bíblico de Sansón, cuyo secreto es pretendido por Dalila. "Sansón es el héroe y el dragón" (p. 33), el inicio y el fin de un ciclo; en realidad, es el símbolo de un ciclo entero. El pelo de Sansón simboliza el vínculo con la divinidad; en ello reside la razón de ser de la ley hebraica que prohíbe que un nazirita sea rasurado. Es este mismo simbolismo el motivo por el que Homero describe a los héroes griegos como seres de largas cabelleras. Desde otra perspectiva, los cabellos también son la representación de las ataduras a que nos someten las pasiones y los apetitos. En este caso, "sacrificar el cabello es equivalente a matar nuestro ego, haciendo perder a nuestra individualidad calva e imberbe su cabellera mundana reemplazándola con los áureos rizos invisibles del Sí Mismo" (p. 28). El simbolismo del corte de pelo es igualmente ambivalente: "por un lado, el corte de los cabellos expresa el Fiat Lux, cuando 'Dios separó la luz de las tinieblas'. El 'corte' primordial representa la separación en manifestación ('mil pies') y no-manifestación ('sin pies'), en Tierra y Cielo, en 'poder' e 'impotencia', en fértil y estéril" (p. 27). Por otra parte, "el corte de los siete mechones [de Sansón] implica una separación progresiva de la fuente que alimenta el cabello, y con el tiempo aquellos 'poderes' decaerán" (ibid.).
Tamas muestra en el capítulo tercero de su obra que la simbólica cósmica, ontológica y metafísica no es privativa de los grandes relatos épicos y míticos de las distintas tradiciones. En narraciones como Caperucita Roja o Los Tres Cerditos, cuyo simbolismo glosa el autor en dicho capítulo, y en general en todos los "cuentos de hadas" que "marcan el inicio de la educación de un niño" (p. 40), se esconden profundas enseñanzas simbólicas bajo el velo de lo infantil e inocente (aunque ello sólo lo es aparentemente: "Escrutando los cuentos de hadas incluso superficialmente, encontramos muchas absurdidades, crueldades y elementos inmorales", ibid.). El folklore de un pueblo es uno de los medios más eficientes para la transmisión del "núcleo espiritual" de una tradición, y la "vía infantil" es uno de los mejores métodos para ello: "Los niños constituyen un ambiente perfecto para preservar inalterada la sabiduría eterna. Un adulto estaría tentado de cambiar algo, modificar, interpretar, intervenir, jugar a ser dios, intentar imponer su originalidad e individualidad. (…) Los niños, por el contrario, son inocentes; no tienen la conciencia adulta del mundo. Son 'inconscientes', no están enterados del peligro del agua, del fuego o de otras cosas naturales. Son, como el Taoísmo pide a los seres espirituales, naturales, perfectamente integrados en el mundo natural. Los niños, aunque 'inconscientes', pertenecen, al menos virtualmente, a la absoluta e infinita Conciencia" (p. 41).
En el capítulo cuarto, el Inferno de la Divina Comedia de Dante y otros textos tradicionales dan pie al autor de The Everlasting Sacred Kernel a consideraciones muy interesantes sobre la simbólica del devenir cíclico. En referencia al libro del Apocalipsis, Tamas subraya que "para simbolizar la decadencia del ciclo cósmico, la 'ciudad sagrada' de la Edad de Oro es descrita como una 'ciudad maldita' de la Edad de Hierro. Saturno, el regente de la Edad de Oro, se transforma en Satán, princeps hujus mundus" (p. 67). Y añade: "Desde el punto de vista microcósmico, la caída bíblica ha ocurrido en nuestro interior, y gradualmente, la 'ciudad sagrada', el corazón, ha sido invadida por los demonios" (p. 69). Esos demonios "representan lo profano, el caos, la impermanencia, el cambio continuo, la ignorancia y la confusión del mundo. Ellos se hacen más y más persistentes e insolentes cuando el ciclo se acerca a su fin. () Todos los métodos espirituales enfatizan la importancia de pacificar el alma y la mente. Las oscilaciones de la mente, los pensamientos turbulentos y esquivos, la imaginación y las emociones son los mayores enemigos de la realización espiritual. Éstas son las tentaciones, los cantos de sirenas y los demonios. En el fondo, el ego es la ciudad habitada por los demonios, i.e., la individualidad, el efímero y relativo compuesto de cuerpo y alma, que debe ser purificado y reabsorbido en el Sí Mismo" (p. 74). Para quien se lanza al viaje espiritual de regeneración, al recorrido iniciático, la "ciudad satánica" simboliza "la decadencia del Hombre que está perdido en los bosques salvajes y desbordado por los apetitos inferiores", pero "es sólo una estación de su camino espiritual" (p. 76).
El capítulo quinto está dedicado al estudio de la simbólica del Sueño de una Noche de Verano, de William Shakespeare. "La noche del solsticio de verano es 'infernal' en el sentido etimológico de la palabra (la palabra 'infernal' proviene del latín inferus, 'abajo'), pero deberíamos llamarla más adecuadamente noche 'cosmológica'. De este modo resulta más fácil comprender por qué puede estar relacionada a la vez con entidades del Infierno, con el dominio sutil de la psyche y el mundo de los sueños y con la realización espiritual de los Misterios Menores, todo ello perteneciente al orden cosmológico" (p. 86). Este momento supone el fin de un ciclo –signado por el divorcio de Oberón y Titania–, el momento en que las posibilidades más inferiores del mismo –simbolizadas por los amores de la diosa y un asno– se manifiestan como un sueño lleno de confusión y desorden donde "nada es estable y seguro" (p. 96). Pero la noche de verano es también una encrucijada, el anuncio "del nacimiento de un nuevo Cosmos, de un nuevo orden, la victoria de la espiritualidad marcada por unas nupcias espirituales y la consagración del regente del nuevo ciclo. Todo ello podemos encontrarlo en la obra de Shakespeare" (p. 89).
En la segunda parte del libro (capítulos 6 a 9), Mircea Tamas pasa revista a relatos crecientemente oscuros, escritos durante el siglo XIX por autores ajenos al esoterismo de la tradición occidental (e.g. Dumas) y que en su mayoría se sintieron atraídos por la moda cientifista o los movimientos de su época (e.g. Verne, Melville, Poe, Twain). Refiriéndose a Verne, por ejemplo, Tamas afirma contundentemente que sus "descubrimientos high-tech" son "antitradicionales y entierran el núcleo sagrado" (p. 129), pero añade a continuación que "como en el caso de Dumas, pese al envoltorio material de la obra de Verne, hay signos de espiritualidad escondidos silenciosamente en el interior de ella" (ibid.). Dichos "signos de espiritualidad", tales como el momento del año en que comienza Los Tres Mosqueteros (tras el equinoccio de primavera, al igual que la Divina Comedia), el nombre del protagonista de Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino (Nemo, que en latín significa 'nadie'), el color de Moby Dick (blanco), las travesías marinas de Arthur Gordon Pym (relacionadas con los viajes iniciáticos) o el ocultamiento del sello real en El Príncipe y el Pobre (el cual se corresponde con un fin de ciclo), no afloran en esas obras por un arte de iniciado, sino que aparecen de manera "providencial", "como una herencia natural del pasado" (ibid.). "No hay ninguna razón para suponer que Dumas estuviese 'iluminado' de alguna manera y hubiese adquirido datos espirituales y tradicionales por medio de canales esotéricos ortodoxos para transmitirlos usando su obra como cobertura. Pero él fue un transmisor, un transmisor 'inconsciente', un instrumento 'providencial'; esa es una vía inteligente que el núcleo sagrado emplea para sobrevivir" (p. 104).
Se ve de este modo que "el tipo de limitación debido a la ignorancia del mundo decadente sucede igualmente en los ciclos extensos y en los secundarios. Lo hemos advertido en la evolución de la literatura occidental en el tiempo. Alejandro Dumas, Jules Verne, Bram Stoker y Edgar Poe, todos ellos, aunque proporcionen abrigo al núcleo sagrado en sus obras, se preocupan más de mirar hacia abajo" (p. 190). "Es una especie de juego. La parodia que hace el Diablo del dominio espiritual y los rituales sagrados, sus imitaciones simiescas de los símbolos, constituyen un intento de confundir y engañar con la vana esperanza de eliminar las influencias celestes. () Por otro lado, el núcleo sagrado aprovecha esta parodia para permanecer vivo y accesible a una búsqueda verdadera. (…) Así, el núcleo sagrado, incluso cubierto de basura o de ilusiones diabólicas, preservará su significación divina" (p. 191). Por nuestra parte añadiremos que por razones inherentes al propio devenir cíclico, en medio del frenético descenso de los tiempos finales se producen puntos de inflexión en los que inesperadamente, e incluso contra pronóstico, el corazón de la tradición se revela de una forma palmaria a través de medios diversos, por ejemplo mediante libros inspirados como los de René Guénon, Ananda K. Coomaraswamy o Federico González. A esta categoría de libros pertenece precisamente El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, al cual Mircea Tamas dedica el último capítulo de su estudio. "Este cuento es una joya que transmite una sabiduría tradicional y alberga un núcleo sagrado. El Principito, comparado con el Pequeño Satán [Traum, personaje central de El Forastero Misterioso de Mark Twain], es un verdadero ángel (en el sentido tradicional) que abre las puertas del Cielo y pone al orden individual en su lugar correcto. Contrariamente al Satán de Twain, el Príncipe de Saint-Exupéry expresa la realidad verdadera del mundo divino, y su risa final ilustra la felicidad de la realización espiritual" (p. 198).
Hacemos votos para que el libro de Mircea Tamas sea traducido al castellano y pueda tener una amplia difusión en el ámbito cultural de habla hispana. Sugeriríamos que en la nota editorial de contraportada se eliminase la mención a Frithjof Schuon como un "autor tradicional" cuya "autoridad" es supuestamente "respetada" por Tamas al igual que la de Guénon y Coomaraswamy. A Schuon, Tamas le cita sólo de pasada y únicamente en dos ocasiones, casi al final del libro. Por el contrario, las obras de Guénon y de Coomaraswamy, profusamente referenciadas a lo largo de The Everlasting Sacred Kernel, así como los textos sagrados de las distintas ramas de la Tradición Unánime constituyen las cimbras sobre las que el autor rumano ha erigido los arcos de su hermoso edificio. M. G.
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